miércoles, septiembre 15, 2004

Me conoceréis de otras colas como...

como aquella en Gijón, de nueve de la mañana a diez de la noche, esperando a que apareciese Bruce.

como la del concierto de los Red Hot en el Monte do Gozo, con el calimonstruo más horrible del mundo y un montón de jovenzuelos, entre ellos mi hermano con una percha colgada al cuello (para ser más grungie y más guay que los grungieguays)

como cuando esperé a Jamiroquai en Castrelos y por delante de mí pasaron Rob Harris y Nick Fyffe, el bajista de las manos de oro y la expresión despistada. ¡Ay!

como las últimas en Monte do Gozo: la primera, un italianini peregrino que trató de seducir a VLD -VivaLaDroga-; la segunda y la tercera, casi sin cola y con la mirada perdida, intentando descubrir la otra entrada, la que más me interesaba, la que me llevaba a la República de la Utopía.


Ahora, a esperar hasta las diez y media por Silvio. Y mientras, a seguir pensando...

¿Dónde pongo lo hallado...
en las calles, los libros, las noches, los rostros en que te he buscado?
¿Dónde pongo lo hallado...
en la tierra, en tu nombre, en la biblia, en el dia que al fin te he encontrado?

¿Qué le digo a la muerte,
tantas veces llamada a mi lado que al cabo se ha vuelto mi hermana?
¿Qué le digo a la gloria
vacía de estar solo haciéndome el triste, haciendome el lobo?
¿Qué le digo a los perros
que se iban conmigo en noches perdidas de estar sin amigos?
¿Qué le digo a la luna
que creí compañera de noches y noches sin ser verdadera?

¿Qué hago ahora contigo?
Las palomas que van a dormir a los parques ya no hablan conmigo.
¿Qué hago ahora contigo?
Ahora que eres la luna, los perros, las noches, todos los amigos.

martes, septiembre 14, 2004

¿Habré sido capaz de cambiar mi destino?

O, en su defecto... ¿habré sido capaz de cambiar el template? Cruzo los dedos...

lunes, septiembre 13, 2004

Noches en vela en el exilio.

Divago sin encontrar la manera de afinar mi tristeza y hacerla sonar al tiempo que suena Jobim en mis oídos.

Al fin, sí estaba la canción en uno de los CDs. Se llamaba Felicidade. Podría vestirme de lirismo y cantar con una sonrisa de teen rubia y de caderas estrechas: ¡Topei a Felicidade! Pero ni siquiera en mi versión pelirroja y con anchas caderas escapa la frase de mi cabecita.

Una noche sin dormir tras haber reconocido mi fracaso, mi imperfección y agregándole un poco de mala leche, no demasiado habitual en mí. Ya me rindo sin haber jugado la partida, no me dejo margen de error y al mismo tiempo admito que yo misma soy un error.

Adios, me dirás, y yo pintaré en mi boca una mueca imprecisa, a caballo entre una sonrisa y un morderse los labios. Camino impasible por calles que aún no se han despertado a las siete de la mañana. Hago una práctica dormida y olvido poner la segunda, con lo cual el coche sólo tiene fuerzas para avanzar si yo doy gas. Pero no doy, no soy capaz, nací con el pie del acelerador cortado, que es lo mismo que decir que nací con el pie del freno cortado. El coche se muestra indeciso porque no sabe parar y no conoce otro camino que no sea un final, avanza en una cuesta abajo interminable. Y me persigue un camión que ya arrolló mi carrocería hace tiempo.

Absurdas metáforas automovilísticas para alguien que ni siquiera domina la magia del peatón.