lunes, septiembre 13, 2004

Noches en vela en el exilio.

Divago sin encontrar la manera de afinar mi tristeza y hacerla sonar al tiempo que suena Jobim en mis oídos.

Al fin, sí estaba la canción en uno de los CDs. Se llamaba Felicidade. Podría vestirme de lirismo y cantar con una sonrisa de teen rubia y de caderas estrechas: ¡Topei a Felicidade! Pero ni siquiera en mi versión pelirroja y con anchas caderas escapa la frase de mi cabecita.

Una noche sin dormir tras haber reconocido mi fracaso, mi imperfección y agregándole un poco de mala leche, no demasiado habitual en mí. Ya me rindo sin haber jugado la partida, no me dejo margen de error y al mismo tiempo admito que yo misma soy un error.

Adios, me dirás, y yo pintaré en mi boca una mueca imprecisa, a caballo entre una sonrisa y un morderse los labios. Camino impasible por calles que aún no se han despertado a las siete de la mañana. Hago una práctica dormida y olvido poner la segunda, con lo cual el coche sólo tiene fuerzas para avanzar si yo doy gas. Pero no doy, no soy capaz, nací con el pie del acelerador cortado, que es lo mismo que decir que nací con el pie del freno cortado. El coche se muestra indeciso porque no sabe parar y no conoce otro camino que no sea un final, avanza en una cuesta abajo interminable. Y me persigue un camión que ya arrolló mi carrocería hace tiempo.

Absurdas metáforas automovilísticas para alguien que ni siquiera domina la magia del peatón.

1 comentario:

Gabriel Noguera dijo...

And if a double-decker bus
Crashes into us
To die by your side
Is such a heavenly way to die
And if a ten-ton truck
Kills the both of us
To die by your side
Well, the pleasure - the privilege is mine